jueves, 9 de junio de 2011

El amor no es más fuerte

He tenido la suerte de amar y ser amada durante veintidos años por un hombre. Cuando lo conocí tenía catorce años y el veintiocho e irremediablemente nos enamoramos. No era conveniente, no es lo que se estila, no era lo que su familia ni la mía esperaba, se veía raro, se comentaba, nos apuntaban con el dedo, nos maldecían, enjuiciaban, me compadecían, lo crucificaban y no nos importó.

Hay ciertas certezas que son irrefutables internamente y que desobedecerlas solo nos lleva a ser menos felices, más tristes, más frustrados por no obedecer lo que uno siente como natural y que distingue como fuente de felicidad.

El Nelson y yo nos conocimos unos años después de que un señor de aspecto bondadoso, vestido de blanco, en un estadio lleno, apuntara con su dedo la foto de otro hombre subiendo la voz lo suficiente para no olvidarlo nunca: “El amor es más fuerte”.

¿Cuándo era que el amor era más fuerte? El amor que conecta a los humanos es un lazo tan fuerte y profundo que está condenado a prevalecer, por sobre los malos augurios, por sobre las crucifixiones. No soy católica pero eso es lo que la iglesia ha enseñado y pregonado algo así como dos mil años.

No puedo creer ni imaginar que hay amor de “primera” y amor de “segunda”, el amor es amor y no hay vuelta. Por eso es que me cuesta tanto poder comprender porque hombres que aman a otros hombres o mujeres que aman a otras mujeres pudieran tener una categoría distinta a la hora de decidir “pasar el amor por una libreta”.

¿Qué ceguera puede a estas alturas de la vida condenarlos? ¿Por qué su amor debiera estar circunscrito a ghetto legal distinto al de los heterosexuales?¿Qué supremacía moral tenemos los heterosexuales sobre ellos y ellas?¿Qué atribuciones morales nos permiten decir que el amor hetero es superior al amor homo?¿Cuál es el miedo a reconocerlos como igualmente dignos?¿Por qué atribuirles condiciones o categorías distintas?

El amor nos hace plenos, el amor sana, el amor es una de las razones más poderosas por las que decimos vivir y gracias al cual los dolores de la vida cobran sentido. No aceptar el matrimonio homosexual es un atentado a un derecho humano, no es solo un capricho social.

Yo he amado y he sido amada y la ley con sus artefactos , reconoce ese amor, a pesar de los prejuicios que uno tuvo que enfrentar y que a estas alturas son solo datos anecdóticos. Todos y todas sin excepción tenemos el mismo derecho, amemos a quien amemos, de lo contrario el señor de traje blanco del estadio nacional y su institución tendrían que reconocer “que el amor no es más fuerte”.

1 comentario:

Enrique A. dijo...

Lindo Artículo, en la forma y en el fondo como se dice. Ante toda injusticia y vejación que sufrimos, pienso en la Dignidad como palabra clave, si pensáramos siempre en otorgarle dignidad a las personas que tenemos al lado, a la que empleamos, con la que nos relacionamos, etc. seria una sociedad muy distinta. Acá debe discutirse si tenemos todos el derecho a Amarnos, es una discusión más simple de lo que parece.

Saludos!!!