¿Qué se aplaude cuando se aplaude? Hay dimensiones éticas que
acarrean ciertos aplausos, aunque de buenas a primeras no sean
evidentes. Claro, suena despiadado no hacer loas a quien con esfuerzo,
proveniente de la clase esforzada de nuestro país, lograr salir en la
foto del mérito. Suena probablemente peor si quien las emite, valora la
meritocracia en cada columna que publica.
Claro que me parece loable, más que el puntaje, la
trayectoria de José González: me parece loable en un espacio acotado y
circunscrito solo a su logro. Las personas toman distintos
caminos y opciones. Me parece importante sacrificarse por logros
propios, y acertar dentro de las reglas de un sistema de evaluación que
es claramente arbitrario e injusto, tiene méritos. Que el sistema sea
injusto no lo digo yo, lo dice la UNESCO, por cierto.
Del mismo modo me parece admirable que haya niñas y niños que
este año solo estén pasando a cuarto medio y no dando la prueba,
habiendo entregado un año de su vida para haber posicionado aquello de
que la educación es un derecho, que el sistema es injusto y que hayan
incidido en la agenda pública.
898 niños fueron los mejores alumnos en sus escuelas,
obtuvieron 850 puntos en ránking de notas, pero no obtuvieron en la
prueba el mínimo para postular a la universidad. No es que “no entraron a estudiar lo que querían” : no pudieron ni siquiera postular. (para que quede claro).
Son niños y niñas que son los mejores en su contexto, que del
Estado a través de su aparato más eficiente, que es la educación,
recibieron todas las señales que les hicieron sentir que eran los
mejores, pero según la PSU son los peores, los que no sirven, los que
han sido excluidos por años, al igual que sus padres y madres.
Sobrevalorar la PSU y ensalzar aquello que de ahí proviene como
sistema que evidencia, en teoría, la meritocracia, es miope, porque
significa a la vez, suponer y validar que aquellos que quedaron fuera
siendo los mejores en sus liceos, son perdedores, lo hicieron mal, son
menos valiosos que el niño que alabamos por haber obtenido 3 puntajes
nacionales.
Si sólo alabo el mérito del niño de la foto, aparece como
contradictorio el afirmar que la PSU es un instrumento de la exclusión,
que siembra frustración en miles de familias y niños que ven que su
esfuerzo ha sido en vano.
Por eso es que creo que teniendo mérito, ese mérito se reconoce en un sistema despiadado. Por
eso es que tan valioso como aquello me parece que se valore que haya
otros que lucharon, por la educación como derecho, por aquellos que
lucharon para evidenciar las reglas de la injusticia, para poner en el tapete que la PSU excluye, como lo ha dicho por años Francisco Javier Gil.
Lo señalo con fuerza para evidenciar que existen “los nadie”, como
dice Galeano, que pudiendo ocupar con creces el lugar del niño de la
foto, no aparecerán nunca, porque sus esfuerzos son invisibles. Les
invito a escuchar a Francisco Javier Gil y a revisar su estudio en donde
demuestra como aquellos que obtienen puntajes que no les permitirían
entrar a la universidad y que son los mejores de sus liceos pobres, al
ser apoyados en el propedéutico se nivelan en dos años aprox. a los
niños que obtienen esos puntajes.
O sea, son niños que gracias al sistema, nunca podrían “salir en la
foto” de los mejores puntajes, ya que al compensar lo que el sistema no
les entregó se transforman en niños que “si podrían salir en la foto”.
No se puede alabar el logro sin comprender la dimensión ética de lo
que se está valorando y de quienes con esa medida siendo talentosos
aparecen como los “inferiores”. Recomiendo escuchar a Francisco Javier Gil.
Recomiendo también buscar en internet su estudio. Les digo: su lucha ha
sido admirable, le han pegado cientos de portazos. Su trabajo se ha
hecho evidente en el último año, en gran medida porque hay niños
y niñas y padres y madres de esos niños y niñas, que optaron no solo
por dedicarse a estudiar, sino porque salieron a la calle a evidenciar
que el sistema era injusto, tan injusto como es el SIMCE. Es
tan injusto que quien pudiera ser neurólogo termina siendo reponedor de
supermercado, porque su nombre nunca fue un titular de diario, porque
siendo el mejor de su liceo, el sistema lo convenció de que era penca,
de que la universidad no era su camino.
Hace unos años tuve una reunión en Renca. Era con una mujer que había
liderado junto con Cecilia Castro la construcción del condominio en el
que vivían. Antes vivían en el cerro Renca, pobreza dura y cruel y ahora
tienen un condominio, proyecto emblemático del MINVU, porque fue
liderado por pobladoras en su construcción.
Yo la entrevisté, me senté frente a ellas para que me contara como lo
habían hecho. Sus manos tenían uñas negras, como cuando uno pela habas,
era una mujer humilde. Ella me explicó cómo y porqué funcionó su
proyecto, me explicaba las leyes a las que echaron mano, las alianzas
que realizaron a nivel nacional e internacional.
Yo con mis títulos, con mi “buena educación” me sentí mínima e
ignorante. ¿Sabe usted lo que es sentarse frente a alguien que habla
como una SEREMI de Vivienda, que conoce las leyes mejor que la
autoridad, pero que tiene las manos sucias, sueldo y vida de mujer
pobre? ¿A usted le cabe alguna duda, que ella, la que vivió en
una vivienda humilde en el cerro de Renca, si hubiera vivido en un país
donde la educación fuera un derecho, donde hubiera recibido el apoyo
para nivelar sus competencias, no habría llegado a ser abogado?¿Quién le dice que podría haber tenido logros equivalentes a ser triple puntaje nacional?
Alabar al mejor es escupir en la cara de quien aparece como el peor, sin serlo.
Aplaudir los logros de excepción, por más meritorios que sean, es, con todo respeto, aplaudir a la vez un sistema de mierda.
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