miércoles, 3 de junio de 2015

De lo invisible a lo visible




Sé es invisible hasta el día que se deja de serlo. Para que aquello pase hay acciones que dependen de uno. Otras dependen de quien pone un foco sobre nuestra presencia.

Siempre he creído que hay realidades invisibles, que no tienen voz, de “quienes se habla” porque no hay foco ni micrófono que les otorgue el don del habla, la legítima presencia en la escena pública, la sensata capacidad y necesidad de influir en aquellos que toman decisiones para ellos y por ellos.

Ojalá ser visible siempre significara ser asertiva, ojalá siempre fuera una garantía de poder hacer llegar el mensaje en forma y fondo para conseguir el objetivo. Ojalá la presión de los momentos duros a uno no le jugaran en contra a la hora de la puesta en escena.

Eso no siempre resulta, de forma dura uno lo aprende. Tal vez no es tan duro para uno pues sabe los riesgos que toma, pero si lo es para quienes nos rodean, pues las mismas redes que permiten después de años poder hacer llegar la voz propia a la opinión pública, ganando incluso la portada de un diario, se transforma al mismo tiempo en el medio que festina por lo poco apropiado de la forma y por lo confuso del mensaje.

La política es con llorar, a pesar de lo que en vano se señala. Resulta absurdo elaborar teorías que suponen que lo que se siente o lo que se sufre no afectara la capacidad de tomar decisiones o las acciones que se emprendan. Para comprender aquello es tan fácil como hacerse la pregunta sobre si mismo: Si me pasara a mí, si me viera expuesto ante una situación hostil, o si le pasara a mi hijo, a mi hermano, a mi madre, o a un amigo que confió en mí ¿es posible señalar que nada pasa?¿es sensato solo procurar dar “señales de normalidad” en medio de la catástrofe?¿Es sensato lograr posicionar que algo resultó bien , cuando en el fondo sabemos que se está al debe? De seguro para muchos sí.

Recuerdo a mi profesor Guillermo Campero, quien fue asesor del Presidente Lago, cuando nos contaba en clases en el Magíster de Gobierno y Gerencia Pública en el INAP de la Universidad de Chile que a Lagos no le gustaba la política testimonial. Nos decía que para él tenía poco sentido lamentarse por lo que no es viable, pues el foco de su trabajo era sacar adelante lo que era factible. De este modo se apostaba a ganador, a la política de la efectividad, aquello que resulta, aun cuando lo que resulte no sea lo que se espera, ni a lo que se aspira, pues su valor se evidencia solo porque existe en el marco de lo posible, por más estrecho que sea.

Quizás por eso que sus acotadas reformas a la Constitución se nos presentaban en el discurso público como significativas en aquel entonces. No habían redes sociales que permitieran evidenciar el gusto a poco. El control de los medios era más fácil y el sentir de una ciudadanía (harto más pasiva digámoslo también), por muy insatisfecha que estuviera, no contaba con una caja de resonancia que levantara polvareda por su mal estar. Todo era más discreto, una marcha, un apartado en un diario algo disidente, pero nada que persistiera, que por concurrencia calara en la opinión pública, que articulara aliados, que constituyera un bloque que se aglutinara. Como dice Jorge Navarrete en su columna “El “tic” de la élite”, actualmente en la Sociedad Red “a diferencia de antaño, no se puede obligar a guardar silencio”.

Señala además Navarrete: “El dirigente hablaba, los diarios y la televisión eran su altoparlante, produciéndose así un espacio de encuentro con los ciudadanos. Cuando había problemas, dependiendo del tamaño e importancia de estos, todo un aparataje se activaba para protegerlo: defensas corporativas de sus respectivos partidos, entrevistas o declaraciones públicas que intentaban encausar, cuando no cerrar, el debate público respecto de cierta materia.” Cuando se hace alusión al “dirigente”, se hace referencia a los altos cargos públicos o miembros de la dirigencia partidaria, no al funcionario de segunda o tercera línea. La política real era patrimonio solo de la cúspide de la elite.

La Sociedad Red de cierta forma permite a quienes son aprendices o aficionados al riesgo de decir lo que piensan, contar con una tribuna, pero que , convengamos, en honor a la verdad, aun sigue siendo menos democrática de lo que parece (no cualquiera que postea hará llegar su voz a la escena pública), pero permite a algunos que no son pocos, o al menos no tan pocos, a hacer llegar su voz y opinión al escenario que permite evidenciar aquello que no era de público conocimiento, en este caso, aquello que complementa una verdad que aflora.

Mi renuncia fue un testimonio de que cuando uno no es capaz de responder ante una situación que inevitablemente afectara al Gobierno, que es su empleador, que además es financiado por todos los chilenos, principalmente por los más humildes, se debe retirar, pues una es depositaria de la confianza pública y resulta obvio que no fue capaz de responder a lo esperado.

Esa confianza debe ser capaz de dar garantías de que aquello para lo que se fue contratada, se va a cumplir. Yo no hice bien el trabajo y lo asumo, aun cuando no fui la única. No renunciar desde mi punto de vista, es no asumir la falta, el error y los errores en política se pagan.

De las derrotas se aprende, tal vez de la manera más dolorosa. Es lo que las educadoras denominamos aprendizaje significativo, ese que no se olvida, ese que deja una impronta para siempre en nuestras vidas.

Como dice Maturana, los errores son parte de nuestra historia, esos que tantas veces nos gustaría borrar, que no hubieran existido, pero que están ahí y duelen hasta que con el tiempo cicatrizan. Los errores son signos de lo obvio: no somos perfectos ni nada de lo que hagamos lo será. Uno espera que los errores generen aprendizaje y nos vuelvan más certeros, más sensatos, más proactivos. Nos obligan contemplar la posibilidad de ejercer una obediencia reflexiva, esa que no necesariamente dice que sí a la autoridad, sino más bien esa que cuestiona, que interpela y que levanta evidencia que permita evaluar a lo menos otras soluciones posibles.

Eso les enseñado a todos los alumnos que de una u otra forma me ha tocado capacitar y formar. Los errores no nos pueden detener, la vida no acaba después de ellos, continúa y nos obliga a ser fuertes para salir adelante.

Respecto a mi desfortunada puesta en escena a la salida de La Moneda, solo intenté señalar que a pesar de los errores si había colaborado en algunos aciertos de la gestión del Director Sociocultural. En mí rol había contribuido a mejorar las condiciones laborales de las trabajadoras de la Fundación Integra, una de las instituciones que cuentan con los sindicatos más grandes de mujeres en Chile. Solo quería señalar que ese resultado había sido una tarea compartida, trabajada codo a codo con las trabajadoras.

Del mismo modo quería evidenciar que como Dirección, habíamos logrado apoyar desde la Presidencia el proyecto de Telecentros, al cual he dedicado cerca de 10 años de mi vida. Este proyectos se lleva a cabo en los barrios de ciudadanos de gran esfuerzo, otorgando no solo la posibilidad de acceder a internet, sino que mucho más que eso: su objetivo es lograr que el acceso a las TIC les permita contar con una herramienta que los fortalezca en sus derechos, que les permita abrir canales de comunicación con un Estado que aun gusta de entregar información más que de recibirla, que les permita acceder a información que sea significativa para enfrentar una sociedad en donde ellos se llevan la peor parte de aquello que desde apreciación llamamos desigualdad pero que Leonardo Boff nos insta a llamar de modo más directo y enfático injusticia social.
Cada vez que hago clases, independientemente del tema que sea les inculco a mis alumnos lo importante de asumir riesgos por lo que se cree justo y lo necesario que es no alegrarse solo porque las cosas funcionan en una planilla, porque el indicador aparentemente se cumplió, al menos en lo formal.

Les he dicho hasta el cansancio a mis alumnas de la Junji que una salacuna no va a disminuir la desigualdad si los equipos educativos no se vuelven agentes activos en su territorio para evidenciar todo aquello que atenta contra el desarrollo pleno de un/a niña/o, su familia o su comunidad. A caso se disminuirá la desigualdad si no nos preocupamos de los problemas de agua en nuestros valles, o de si los niños de familias migrantes no conocen sus derechos, o si no somos capaces de generar redes de apoyo para los padres y madres que están sin trabajo, o si ante lo injusto son capaces de anestesiar su consciencia solo por mantener su trabajo?

Podrán haber dicho lo que quieran de mí, podrán burlarse, podrán reírse por mi pésima puesta en escena a la salida de la Moneda, podré haber sido figura de turno para el bufón de la televisión, pero hay algo que no podrán decir nunca: que mentí.

Tampoco podrán decir que me rendí, porque vivimos en un país donde contra viento y marea florecerá una nueva Constitución, que a todas luces debiera ser a través de una Asamblea Constituyente, pues no me imagino de verdad, y por más que quiera , que los ciudadanos puedan ser sujetos pasivos que dejan en manos de la aporreada clase política la posibilidad de escribir el nuevo contrato que asegure de una vez por todas una cancha más pareja, como dice Atria. Desde el espacio que ocupe contribuiré a que la ciudadanía, sobre todo la más excluidas comprenda la importancia de su rol en este nuevo escenario: acá no sobra nadie, acá todos serán una voz importante de considerar, porque ya nadie se traga el cuento de que se es invisible inevitablemente.

Seguiré apoyando todas las iniciativas que les permitan a los ciudadanos más excluidos comprender que la desigualdad de acceso a las TIC es la versión digital de la desigualdad económica. Técnicamente existe el mundo de los info-pobres y de los info-ricos en casi la misma medida y ponderación y no luchar por esa desigualdad es tan descabellado como no luchar contra la de los bolsillos.

Pongo a disposición mi experiencia para trabajar en la reforma de educación de la primera infancia, esa que asegura que le dará un golpe certero a la desigualdad que se origina en la cuna. OJO esa calidad solo es tal si se mira con los lentes que evidencian la injusticia social, de lo contrario nos llenaremos de indicadores desacoplados a nuestro contexto.

Estos meses han sido duros, pero no son los primeros, ni serán los últimos. Hay tanto por hacer: donde todos ven crisis y descalabro yo veo un mar de oportunidades. Por eso tengo la certeza de que acá nada termina, por el contrario, acá todo empieza.

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